No hay dos personas iguales. De ese punto de partida se
puede pensar a priori que los grupos de trabajo formados por personas nuevas,
que no conocen la forma de ser de sus compañeros, ni si quiera sus nombres,
pueden ser un caos, ineficaces y en el que cada uno puede hacer la guerra por
su cuenta. Ahí es donde deben surgir las habilidades transversales que cada uno
posee, la capacidad de coordinación, la gestión
del conocimiento.
Un equipo, como si de un brainstorming se tratase, puede ser
al principio un conjunto de ideas, de opiniones y, en la mayoría de los casos,
de distintas formas de ver la vida. Sin embargo es la gestión del conocimiento,
el afán colaborativo lo que permite hacer de ese conjuntos de ideas inconexas,
un ente con entidad propia, algo con cualidades y características únicas, que
surgen de la mezcla de los distintos puntos de vista que conforman el grupo.
La gestión del conocimiento permite agrupar las capacidades de distintas personas,
creando ideas, proyectos que serán mucho más ricos que si los hubiese hecho un
único individuo. A parte de proyectos con mejores características técnicas: más
creativos, más sostenibles o más eficientes, también permite que una mayor
parte de usuarios se sienta identificado con ese proyecto gracias a la pluralidad de ideas que esta
herramienta incluye, o incluso pudiendo obtener una mayor capacidad de mercado.
Por todo ello cada vez cobra cada vez más fuerza la idea del
“juntos somos más fuertes”, por muy
desconocidos o diferentes que seamos al principio, ya que gracias a la gestión
de conocimiento podremos obtener la clave
del éxito.
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